¡Si no paras llamaré al Babao! es algo que tradicionalmente se dice en Venecia a los niños para asustarles. El Babao es una especie de diablillo imaginario que tiene mucho que ver con los antiguos Inquisidores del Estado de la Serenissima
En Venecia, el Babao, Barababao o Babau era una figura muy interesante, una especie de demonio que robaba objetos de las casas de las mujeres, como por ejemplo vasijas, llaves, agujas u otros utensilios de uso común.
Se cree que el nombre, podría provenir del antiguo miedo a los sarracenos, derivando del árabe Babau, que significa ganador. Otros creen que es una onomatopeya del ladrido del perro o de otro animal.
LOS TRES INQUISITORI DI STATO
Se contaban historias aterradoras sobre dos de las magistraturas venecianas más importantes: el Consejo de los Diez y los Inquisidores del Estado.
Corrían terribles rumores sobre los inquisitori di Stato: juzgaban sin juicio por simples denuncias anónimas y luego los acusados eran estrangulados en prisión o ahogados en el canal "Maranni".
Este poder judicial comenzó en 1539 para proteger las operaciones estatales. Su nombre exacto era "Inquisidores contra la propagación de secretos de estado". Había tres Inquisidores del Estado: dos elegidos por el Consejo de los Diez llamados "los negros", el tercero procedía de los Consejeros del dux y era llamado el "rojo" por el color de las togas que llevaban en su rol anterior al de inquisidores.
Tres Inquisidores de Estado: ¿Quiénes eran estos temibles señores?
Los inquisidores eran el tribunal supremo en asuntos de política y seguridad del Estado, y ejercían funciones de supervisión, prevención y policía. Ser miembro de este Tribunal era un gran honor, pero como siempre, con un gran honor siempre viene una gran responsabilidad. Debían garantizar el secreto absoluto sobre sus actividades y los hechos de los que tuvieran conocimiento.
Temidos por todos, eran como un poder oculto que impregnaba todo, parecían estar por todas las partes y colarse en todas las casas y palacios para conocer cada secreto de cada rincón de la ciudad.
La seguridad del estado estaba en juego. Se temía que en época de guerra se revelasen asuntos que pudiesen afectar en las batallas; que se conjurasen contra el gobierno, que robasen secretos de Estado en suma.
Las penas eran muy duras ante cualquier sospecha: torturaban y hacían desaparecer a los individuos sospechosos e incómodos. Eran un servicio secreto y oculto en el gobierno.
Eran tan misteriosos los Inquisitori, que nadie sabía sus nombres, por lo que incluso se dudaba de su existencia. Pero sobre todo eran temidos.
Los tres inquisidores apenas se comunicaban con los acusados: sólo el secretario interrogaba, oía las declaraciones exculpatorias, recibía las súplicas, formaba el juicio y anunciaba la sentencia.
Los inquisidores no dudaban en contratar espías para seguir a los sospechosos y emplear la tortura para obtener confesiones. También miraban las denuncias de las bocche di Leone.
Y el pueblo los llamaba los tres Babai porque sobre ellos reinaba el miedo y el temor, lo que los hacía tan temibles como los antiguos diablos o babai de las leyendas.
Encontramos hoy, la sala del Palacio Ducale donde se reunían, no era una lúgubre sala como podíamos imaginar. Se accede desde el ático, bajando dos tramos de escaleras.
El techo de la sala está decorado con pinturas de Jacopo Tintoretto pintadas entre 1566 y 1567. El lienzo octogonal central del techo representa El regreso del hijo pródigo, que narra la conmovedora historia sobre la posibilidad de la misericordia, la reconciliación y la redención.
La presencia de este episodio debía de estar destinada a animar a los criminales a arrepentirse y volver a gozar de la gracia del gobierno veneciano. La escena está rodeada de cuatro figuras alegóricas de las virtudes Fe, Justicia, Fortaleza y Moral.
Esta sala es visible en los itinerarios secretos del Palacio Ducale.
¿A quién le hubiese gustado conocer a los Babai? 👺
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